domingo, julio 15, 2007

LA ANGUSTIA DEL ANIMAL HUMANO


Desde su sorprendente y misterioso ensamblaje genético hace alrededor de 100,000 años, la especie homo sapiens se distinguió de todas porque su cerebro incluye extensas áreas aplicables a desarrollar el sistema simbolizador: el lenguaje, prerrequisito indispensable para los desarrollos culturales y sociales.

Todavía hay misterio en el asunto. A la manera de la vieja discusión sobre la primacía inaugural de la gallina ó del huevo, se discute, casi religiosamente y con pocas posibilidades de conversión de los contrarios, si los desarrollos culturales y sociales condujeron a desarrollar esas áreas de la corteza cerebral (Michael Tomasello) ó, al revés: se desarrolló primero el aparato vocalizador seguido del proto semántico cerebral y posteriormente ocurrieron los desarrollos culturales (Stephen Jay Gould).

Aunque el origen tiene una alta dosis de misterio, el producto es innegable: el animal humano puede pensar, analizar, sintetizar, imaginar y anticipar acontecimientos. A diferencia del miedo, reacción neurofisiológica de todos los animales ante un peligro real, el animal humano puede, ¿quién lo duda?, angustiarse con el peligro imaginado, anticipado. Muchos de los grandes logros humanos han tenido su origen en esa angustia, en la necesidad de disminuirla poniendo en marcha las capacidades de planeación y de construcción de las protecciones imaginadas tanto en el campo tecnológico como en el ideológico.

Con la anexión progresiva de palabras, es posible que este animal especial se haga humano trascendiendo la rígida y estereotipada interacción de los impulsos del organismo con sus correspondientes y buscados objetos del mundo exterior, pudiendo ahora el cerebro mentalizarse al ser capaz de fabricar escenarios imaginativos, fantaseados. Fenómeno único, solo humano, de entre las manifestaciones de la vida que puede llegar a la más sublime creatividad o a la más horrenda locura. De esos enlaces entre energías, representaciones de objeto, de uno mismo, de interacciones y de palabras pueden hacerse escenarios internos creativos ó patológicos que alteran ó falsean la percepción, interpretación ó adaptación de la realidad.

¿De cuál realidad hablo? Pues de la única que cuenta: esa de la que los sentidos y deseos son complemento.

La epistemología, búsqueda de conocimiento sobre cualquier porción de la ecuación Organismo-Mente-Mundo Externo requiere abstraer la realidad, representándosela ahora a través de imágenes y lenguaje que pueden ser recombinados, fragmentados, reconstruídos, analizados y sintetizados en la interacción con la información adquirida intelectualmente. Todo esto llevado a cabo en lo que alguno de mis queridos maestros ha llamado siempre “el aparato de pensar” al que habría que agregar: y de imaginar. Esta es la base de todo acto creativo pero, a diferencia del Arte, acto estético que busca mover sentimientos, el acto creativo epistemológico busca explicaciones y verdades encendiendo luces en zonas oscuras de la realidad para ponerlas al alcance de la razón, más que de los sentimientos, aunque aquí, paradoja sublime, se conecta con la misma motivación que da origen al misticismo y formación religiosa o con la de las perversiones: todas buscan, por distintos medios, disminuir la temible sensación de desvalimiento que abruma a los seres humanos ante su pequeñez relativa, la incertidumbre de la vida, su temporalidad limitada y los fenómenos naturales avasallantes.

En estos cien mil años de historia el mecanismo apaciguador de angustia ante estos desvalimientos y misterios irremediables ha sido, predominantemente, la creación de un sistema protector ideológico poco racional pero ubicuo y poderoso: los dioses

Sabemos que todos los humanos tenemos miedo a lo incierto, al sufrimiento y, sobre todo, a morir. Claro que por esa cualidad maravillosa que poseemos de poder simbolizar lo real hay una amplia gama de variaciones en la forma en que nos relacionamos a esos miedos. Un torero valientísimo dice que no tiene miedo porque antes de enfrentarse al toro bravo se encomendó a la Virgen María para que lo protegiera. Otros enfrentaríamos ese miedo con cobardía -o sabiduría, chi lo sá-, aproximándonos al toro solamente cuando ya está transformado en bisteces ó sirlones en algún centro comercial bien climatizado.

Pero hay algunos comunes denominadores angustiantes de la vida que no pueden ser evitados y que pueden ser considerados universales aunque, mediante dicha simbolización, adquieran un significado particular para cada individuo. A diferencia de la evitación de los toros de lidia que, por ejemplo, yo he conseguido exitosamente hasta ahora, hay otros “toros” que estamos forzados a vivenciar aunque a veces los tratamos de ignorar o eludir con tal tenacidad que llegamos a convencernos de su inexistencia, o de una existencia ajena a nosotros ó, pertinente para esta elucubración, nos convencemos de poder controlar esa existencia mediante un poder especial, ilusorio, místico.

Uno de los más misteriosos y complejos de esos ingredientes es el de la vida misma y el programa inherente incluido en todas las formas de vida que le da finitud al individuo, misterio íntimamente ligado al de la perpetuación de las especies al obligar, mediante instintos apenas modulables, a generar otros individuos de la especie a través de la sexuación. Dar cuenta de la esencia de esa parte de la vida mediante la razón nos aproximaría a la posibilidad de crear formas de vida, nada más y nada menos que ¡a ser dioses!... que maravilla.

La teoría instintiva freudiana, constituye un intento de aproximación, el único plausible y alternativo al de la religión sobre las motivaciones básicas de la vida. Pero el profundo aprecio de la razón advertible en la obra freudiana debe incluir una consideración modesta: La razón no ha podido dar cuenta plena y quizá nunca podrá, de un solo ser humano en su unidad, con todos sus componentes y las interacciones entre ellos y con todo el sistema natural y social. Una unidad sentida pero imposible de ser pensada en su complejidad dinámica.

Esa Unidad de Universo sentible ó intuíble en cada ser, de la que la razón no ha podido dar cuenta, no puede ser ignorada por la humanidad, por el animal que piensa, por la sencilla razón, genérica, de que es demasiado impactante y real como para que simplemente la negáramos, renegáramos o forcluyéramos. Pero zambullirse en esos pensamientos causa vértigo y cierta angustia ante la magnitud infinita de los cuestionamientos. Por eso la razón solo ha encontrado dos caminos para afrontar el asunto: la orientación explicativa religiosa es la más antigua, persistente, omnipresente y apaciguante en todos los estadios de desarrollo cultural del animal humano. El otro camino, representado excelentemente por Freud, es el del Naturalismo Positivista. Todo debe tener una explicación natural y hay que interrogarse siempre sobre ella.

La opción religiosa, en sus formas mas razonables es hallada en personas de firme, ecuánime y tranquila fe, abiertas al diálogo y no apresuradas a rechazar las ideas meramente por motivos emocionales. En esta categoría se encontraba Oskar Pfister, el pastor protestante suizo que durante más de treinta años disfrutó, correspondido por Freud, de un carteo inteligente, ameno, profundo y sensible sin que uno u otro hicieran concesiones en sus convicciones. Cuando Freud escribió “El Porvenir de una Ilusión”, el escrito más genuinamente ateo que yo haya leído, le escribió a Pfister antes de publicarlo diciéndole que sabía que ese trabajo podría herirlo y que eso era lo único que realmente lamentaría. Agregó que esperaba seguir contando con su amistad. Pfister le respondió diciendo que esperaba el artículo con gran curiosidad y que dificilmente podría herirlo ya que consideraba que Freud era, sin aceptarlo, uno de los mejores cristianos que podría conocer. Cuando Pfister leyó la exposición antireligiosa de Freud escribió un artículo rebatiéndolo al que tituló: “Una Ilusión de Futuro” y pidió a Freud que fuese publicado en la misma revista del psicoanálisis: Imago. La respuesta de aquel fue inmediata: Sería un honor. Nunca rompieron, se reunieron innumerables veces y, así como Pfister consideraba cristiano a Freud, este consideraba psicoanalista al otro.

Las posturas de ambos pueden ser consideradas representantes de las dos grandes construcciones tranquilizadoras : místicas y positivistas. Así, el animal humano sería la obra maestra del azar evolutivo ó el diseño sorprendente de un proyecto conciente proveniente de un ser supremo, superior, capaz de crear la vida, la que hizo quizá aburrido ante esa forma de extremo narcisismo esquizoide que, supongo, sería andar –o flotar- entre planetas y galaxias desiertas. En la versión mítica judeo-cristiana sobre ese ser supremo, Dios hizo a los humanos a su “imagen y semejanza” y, faltaba más, en la versión de nuestras aspiraciones explicatorias psicoanalíticas, los humanos hacemos a los dioses y diosas a imagen y semejanza de nuestros padres deseados o temidos. Padres que, por ser representaciones mentales, en realidad somos nosotros mismos, de lo que se inferiría que hacemos a dios a nuestra imagen y semejanza.

El psicoanálisis está arrinconado, desprestigiado y casi eliminado en los Estados Unidos. En su lugar se han instituído psicologías con absoluta tendencia adaptativa al aquí y ahora, totalmente acríticas, ahistóricas, favorecedoras del hacer sobre el pensar y del ejecutar sobre imaginar. De esa forma se clausura la búsqueda de sentido de la hermenéutica psicoanalítica y, el único sentido aceptable para el nuevo orden mundial, se emparenta con el de los fundamentalismos musulmanes porque no puede ser otra cosa que el misticismo religioso.

Simultáneamente ocurre un resurgimiento místico poderosísimo en un momento de nuestra historia como especie en que grandes avances científicos y tecnológicos nos han dado el mayor bienestar de toda nuestra historia. Creo que un factor fuertemente favorecedor de la religiosidad es la estrepitosa caída del sistema comunista que, inadvertido para muchos, va arrastrado consigo al liberalismo de las sociedades de mercado. Ahora el capitalismo involuciona a una era Neo-Feudal que estructuralmente requiere de la religión para darle sentido, aceptación, resignación, control y disminución del pensamiento crítico a la vida de las enormes masas de población condenadas a la mediocridad y al trabajo monótono de las líneas de producción.

Estoy convencido de que, en forma automática (no creo que haya un individuo maquiavélico planeándolo), están en marcha factores sociopolíticos, básicamente aquellos relacionados con la posesión de investiduras de poder que sobredeterminan el fortalecimiento o debilitación de una corriente de pensamiento de acuerdo a sus intereses. Siempre, como demostró Karl Marx, el interés del poder es afianzar el statu quo y una de las herramientas más poderosas para lograrlo es la mistificación, o sea, el proceso mediante el cual se inmoviliza la aspiración o inspiración científica, social, religiosa e incluso artística, fijándola en una imagen, en una palabra deslumbrante ó en una idea descontextualizada. Esto es el corazón de la mistificación. Nada mata más el lado revolucionario de las ideas de Freud ó del Ché Guevara que las miles de camisetas con sus imágenes vendidas en el supermercado. Igualmente nada paralizó más a Marx que sus enormes y estáticos retratos en los desfiles soviéticos o maoistas. El proceso es automático, e incluso podría decir que su asiento está en, parafraseando ligeramente a Jung, “El Inconciente Grupal” del subsistema social que pretende mantener sus privilegios.
Después de todo, como todos sabemos, toda mistificación es siempre aliada de la inmovilidad.

La vida se da reflexionemos o no sobre ella y, más aún, se puede tener una buena vida sin preguntarse por sus esencias. Pero valdría la pena estar concientes de las consecuencias: quedarnos apaciguados en el misticismo religioso, renunciando a empujar más las fronteras de lo conocido y limitando la aproximación al malestar existencial del sujeto mediante explicaciones operativas en la inmediatez destinadas a diluirse en el convencionalismo, en el viejo nominalismo rehusante de todo simbolismo.

Por eso resulta ingenua, en el mejor de los casos, y ominosa, en el peor, la obsesión de aceptar y estudiar solamente aquello que se puede observar, medir y someter a cuestionarios estandarizados. Sería equivalente a aquel tipo que está buscando minuciosamente algo en el suelo bajo un poste de luz. Un peatón se ofrece a ayudarlo y le pregunta que es lo que busca. El tipo le dice que busca un reloj que se le cayó en lo oscuro, a media cuadra de distancia pero como allá no hay luz.... Sólo se estudiaría lo que ya todos sabemos y se le daría la espalda a lo más inquietante, a lo que nos confronta con nuestra fragilidad e incertidumbre.


Finalmente, si creemos en Eros y Tánatos tenemos que aceptar que la batalla es eterna, que el ruido, por más exasperante que sea, es vida, y el silencio, por más deseado, es muerte. Tenemos que aceptar que razón y locura están con nosotros, como están el mal y el bien, Dios y el Diablo, el cielo y el infierno, el amor y el odio, la fraternidad y el fratricidio. Conozco dos grandes libros que nos lo enseñan, uno se llama “Más allá del principio del placer” y el otro se llama “Génesis”. La principal diferencia entre ellos es que el primero quiere saber más y, aun conociendo el castigo, quiere comer del árbol del conocimiento…invita a crecer y llegar a ser Padre - Madre. El segundo enseña el castigo, que sería: hacerse responsable de uno mismo y de sus actos y enseña a añorar un futuro retorno al Paraíso Perdido… a la infancia.

Puede parecer absurdo que toda la disgregación anterior me sirva de base para seguir especulando sobre una subcultura de la humanidad: la mexicana (ampliable en gran medida a la latinoamericana). Pero creo que es una buena base….y si no…pues me entretengo y divierto un chingo.
Seguirá: sexualidad humana, subtipo mexicano


4 comentarios:

TheJab dijo...

Constancia de lectura: primeros diez párrafos + el último, jeje.

El Coco y su servilleta agradecemos el link a mi blog.

Volveré.

Donbeto dijo...

Querido Thejab:
Cierta terquedad medio psicótica hará que coloque todavía tres ó cuatro escritos extensos más aunque tengo plena conciencia de que es una güeva leerlos completos.
¿Qué haría sin tu retroalimentación?
Bienvenido siempre

TheJab dijo...

Muy estimado Donbeto: sepa usted que uno de mis post pendientes es precisamente ése en el cual confesaré cuál es la imagen de mi dios, que no es la de Dios.

¿Tres o cuatro más? aunque sean treinta o cuarenta... todavía es más fácil leerlo a usted que a Piaget. Ah, y no es hueva lo mío, sólo es falta de tiempo.

Sobre la ilustración: biberón, refresco, cerveza, suero... ¿no faltó agua bendita para el final?

Sobre la angustia:

En los primero párrafos se hace mención a un misterio y lo primero que se me ocurre es presentar una analogía con la luz. Verá usted:
1. La partícula de luz (fotón) no necesita un medio de conductividad.
2. Dicho fotón genera un campo eléctrico oscilante.
3. Dicho campo eléctrico genera un campo magnético oscilante.
4. El campo magnético se comporta como onda, sustentada en la existencia de dicho fotón (su medio es el propio fotón y su campo eléctrico oscilante).
5. El campo magnético oscilante genera un campo eléctrico que mantiene en su estado y fuerza al fotón.
6. Y vuelve a empezar el ciclo.
(lo copié del blog de mi compadre)
http://podersinaptico.blogspot.com/2007/05/qu-onda-con-la-luz.html
Va la otra parte de la analogía:
1. Aparece un precario sistema simbolizador (SS).
2. Gracias al punto 1, el ser humano manifiesta un potencial de desarrollo cultural (DC), aunque en principio sólo le sirva para trazar una línea en la pared de la caverna.
3. La línea trazada estimula la evolución del SS, por lo tanto el DC acrecenta su potencial.
4. El DC ha conseguido que el humano pueda trazar una combinación de líneas rectas y curvas.
5. En delante, el SS y el DC seguirán apoyándose recíprocamente (estimulación-evolución), de modo que aparecen fonemas para indicar animales, distinguir personas, fenómenos naturales y demás; vienen luego las palabras, las frases y llegamos a los blogs. Mientras se han dibujado mamuths en las cavernas, se ha conseguido dibujar el esqueleto, las constelaciones, los mapas terrestres y llegamos a las obras de Da Vinci, Chagall y Dalí.

(Chinga'o, por meterme en terrenos desconocidos ya no encuentro la salida... como sea, espero pueda usted entender lo que quise expresar).

Del mismo modo, se podría suponer que el crecimiento del SS y del DC no ha concluido y que podría durar hasta el día de la extinción del animal pensante.

Ya ocupé demasiado espacio, ahora esperaré a que otros mejor instruidos vengan a comentar sobre lo anterior y sobre el resto.

Siga divirtiéndose, que yo seguiré leyéndole.

¡Fiat Lux!

Donbeto dijo...

TheJab:
1.- Espero conocer tu dios. Debe ser buena onda. Por cierto ¿conoces el poema "Me encanta Dios" del chiapaneco Jaime Sabines? se puede leer en :http://judithpordon.tripod.com/poetry/id80.html
A mi me encanta Sabines. Un pedazo de dios.

2.- ¿Dispuesto a leer 30 ó 40? eres sumamente inteligente, thejab (Risa espejeadora. Duda intensa sobre una folie a deux)

3.- En mi natal polvoso pueblo norestense, cuando alguien estaba en las últimas "boqueadas" -agonizando-, la gente preguntaba "¿ ya lo santolearon"?, hermosa palabra proveniente de "Santos Óleos". Ya en el Cajón, venía la rociada de agua bendita. Si algún día encuentro imágenes correspondientes las pondré despues del suero.
4.- el fotón me deslumbró ¡cuanto conocimiento, chinga'o!" pero, en serio, sin cebollazos por correspondencia, me encantó tu análisis del SS y del DC. La raya en la caverna que llega, sin solución de continuidad, al presente...
Nos leemos.