jueves, agosto 16, 2007

SEGUNDO MARCADOR DE IDENTIDAD MEXICANA: INDEPENDENCIA

Freud (1896), tempranamente, ya había notado que lo mantenido defensivamente fuera de la conciencia, bajo situaciones de estrés individual, hace un “retorno” sintomático, “el retorno de lo reprimido”, le llamaba él.
En las sociedades aquello que se rechaza pero que está vigente en el arquetipo colectivo, encuentra caminos para resurgir con fuerza en una reedición del antiguo paradigma indeseable.


En 1810 España se había derrumbado y se le había impuesto como rey al alcohólico hermano de Napoleón: el “Rey Pepe Botella”. Desintegrada la autoridad central tradicional, en México –y en gran parte del imperio- empezó la lucha por la independencia pero, absolutamente contaminada con el retorno de lo escindido, de lo negado y proyectado, en este caso, el profundísimo odio de clases objetivado en artificiosas clasificaciones étnicas.

Arrastrando el sincretismo previo, fue imposible crear una sociedad plural conciente de sus Otredades y se perdió la posibilidad de crear un sistema civil de gobierno. Bajo el comando de un cura criollo enamoradizo que tenía ya varios hijos y con la potente imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, el Padre Hidalgo inició la lucha con un grito ominoso: “¡Vamos a coger gachupines!”. No me detendré por ahora en analizar el uso ambiguo que desde antes ya tenía la palabra “coger” ni tampoco en el implícito conflicto personal que para Hidalgo tenía el querer “chingar” españoles cuando en su genealogía directa los había. Solo señalaré el retorno de lo escindido, el retorno del primer marcador paterno: Cortés solo podía tener hijos mestizos fuera del matrimonio. En ese tiempo la palabra acalambradora para muchos mexicanos era “Hijo Bastardo”.
El segundo gran paternaje de la identidad socio-cultural mexicana fue igual. Hidalgo, por su condición eclesiástica, no podía casarse y, aunque fue evidente que podía tener hijos, estos sólo podían ser bastardos. Una reedición pero, lamentablemente, empobrecida. Con mayores dosis de negación, proyección y escisión que la primera y, por lo tanto, sin posibilidades de diseñar creativamente una Nueva Sociedad.
El Padre de la Patria no se atrevió a ser Padre de Familia en una familia nuclear. Los hijos de estos hombres, históricamente en nuestra sociedad son entrenados para llamar “Padrino” a sus padres. En pro de la congruencia Hidalgo debiera ser distinguido con el título de “Padrino de la Patria”. (mmmh...me encantaría)

La cruenta guerra ratificó y profundizó la escisión entre las diversas otredades al poner por encima de cualquier aspiración individual, el dominio de la Iglesia Católica y de sus sacerdotes, dueños ya de la espiritualidad y de la economía mexicanas.

El México naciente en esas condiciones solo podía producir caudillos para gobernarlo. El más conocido, fue Antonio López de Santana situado en el imaginario colectivo a nivel del otro mito de traición, el de La Malinche. Mujeriego, egocéntrico en grado superlativo, muy nacionalista - mexicanista digamos-, jugador compulsivo, alburero, déspota e irresponsable, Santana fue la pantalla proyectiva perfecta para atribuirle la pérdida de la mitad del territorio que había sido la Nueva España.
En aquel contexto, sin embargo, ningún mexicano que gobernara lo hubiera podido evitar. Cada tragedia, cuando es bien elaborada, analizada y sentida es una oportunidad para confrontarnos con el papel que jugamos en ella y con nuestras características negativas. Esto ocurre tanto en el plano indivuidual como en el social y, cuando se consigue ese proceso se avanza en la evolución hacia etapas más maduras.
El logro solo puede ser a través de la conciencia y de la elaboración ardua y dolorosa de nuestra relación con la Otredad, ya sea ésta la relación con un poder mayor al nuestro, ya sea la que se da con otredades más débiles, con la pareja, con los padres, los hijos, los extranjeros, los derrotados ó los vencedores pero... seguimos pensando que Santana vendió territorio y que los pérfidos gringos nos hicieron trampa... por supuesto que es cierto, pero hay mucho más que nos concierne y nos asigna responsabilidad que no queremos conocer.

6 comentarios:

TheJab dijo...

Constancia de motivación y de marca, donbeto.

Volveré :D

Saludos afectuosos.

Donbeto dijo...

te llamaré:
Fiat jab

Y un dia.... dijo...

entonces quieres decir que los mexicanos se sienten hijos ilegitimos, no producto del amor, descendientes chafas, piratas; que no merecen el triunfo porque los llevaria al centro de atencion, donde estaria expuesto a el juicio (y el siente probable desprecio) de los demas (aparte de que su subconsciente le recuerda que el no merece el primer lugar ni el centro de atencion, porque el es ilegitimo) ?

si te creo, aunque yo personalmente no me siento asi, creo que hay una nueva generacion que tal vez por el pesimo estado de la educacion en Mexico, gracias a la maestra y su gente, (tienes razon, el mexicano siempre busca un traidor !! --gordillo-santaana-malinche-judas-salinas-fox), bueno, por lo que sea, gracias a que no sabemos nada de historia, no traemos ahora esa carga de ilegitimidad. creo yo, tu eres el sicologo.

un saludo.

Donbeto dijo...

Kekox:
Disculpa la tardanza. lo que pasa es que ando buscando mis orígenes y están lejanísimos....es una bromilla pedorra
Lo que pasa realmente es que estoy un poco abrumado con diversas exigencias académicas, laborales y familiares y por eso no he hecho plena justicia a tus comentarios.
Fíjate que estoy conciente de que mis conjeturas no se aplican a toda la población. Afortunadamente hasta en Ruanda hay diversidad pero, para que sean válidas, tendrían que ser demostrables ó al menos identificables en un porcentaje importante.
A lo largo de mis disgresiones he planteado varios ingredientes que creo están presentes en la mayor parte de la población, si no es que en todas:
1.- gran tolerancia a la deshonestidad y a la mentira (traté de ejemplificar, aparentemente en forma desafortunada, con la infidelidad y el hacerse "patos" todos los (as) involucrados en relación a los hechos. Pero creo que el problema es mucho más serio y que incluye todas las áreas de la vida nacional. Se dá entre socios en los negocios, se dá notoriamente en la política y aún entre las amistades con lo que se crea un clima que nos hace tender a una especie de paranoia.
2.- Tenemos una enorme tolerancia a la corrupción y, aunque nos quejamos, -particularmente los que no estamos en la chiche presupuestal- participamos, de una forma u otra de ella. (damos mordidas ó las toleramos, no pagamos impuestos adecuadamente, vemos con absoluta naturalidad el hacer uso de "palancas" de todo tipo y para todo tipo de fines (conseguir puestos de trabajo, en escuelas, etc)
3.- Nos "gustan" los personajes públicos fuertes, autócratas y tendemos a preferirlos sobre los tolerantes. tendemos a ver la tolerancia, en el investido de autoridad, como debilidad. Hay un porcentaje altísimo de mexicanos que ante una encuesta de la ONU elegía la primera de las dos siguientes preguntas:
"a.- ¿ Si un gobernante ofreciera mano dura contra la delincuencia y fuera eficaz en su combate, aceptaría que no respetara los derechos humanos?"
"b.-¿Preferiría un gobierno quizá no tan eficaz pero respetuoso de los derechos humanos y de los principios democráticos?

Luego le sigo....me llama el alto mando. y ¡que bueno!...imagínate el rollazo
te envío un ciber abrazo

dull dijo...

""un cura criollo enamoradizo que tenía ya varios hijos y con la potente imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, el Padre Hidalgo inició la lucha con un grito ominoso: “¡Vamos a coger gachupines!”"

jajajaj genial!!

un abrazo!

Donbeto dijo...

Dull:
Ya te visité en tu blog y veo que tenías dos meses alejado de tu cibercasa ¡y yo que creía que tres semanas eran una exageración!...
El Padrino de la Patria tuvo otro ilustrísimo émulo, nada menos y nada más que el cura Don José María Morelos y Pavón, quién no solo demostró poder "penetrante" sino que también tenía espermatozoides probadamente efectivos.
La verdad, querido Humberto, estoy conciente de que estoy haciendo esbozos simplificadísimos pero espero que al menos el lado iconoclasta sirva de algo.
Te abrazo con un poco más de fuerza que tú a mí