jueves, mayo 31, 2007

MÉXICO; EL "ALLÁ Y ENTONCES" CONECTADO AL "AQUÍ Y AHORA"

Terminé el escrito anterior diciendo que en todo lo que revisé, la “cultura popular” estudiada, nunca se consideró como parte de una cultura supraordinante más amplia en la que también, necesariamente, tiene que haber una “cultura de élite”.
A excepción de Carlos Monsiváis (1976; 1981), quien no parece considerarse miembro de la élite, con su perspectiva de crítica de clases y su lúcida percepción del carácter sintomático que se trasluce en las diversas descripciones de la mexicaneidad, no he encontrado ningún estudio que tome en cuenta la existencia de diversas culturas en nuestra sociedad y por lo tanto, es imposible hallar planteamientos teóricos sobre la relación dialéctica entre ellas. Aquí está el síntoma, hay un mito en relación a la mexicaneidad que, como todos, pretende distorsionar una verdad que no puede eliminar totalmente, por lo que se asoma entre líneas en la obsesiva búsqueda y descripción del “carácter nacional”.


Claude Grignon (citado por Néstor García Canclini, 1989) dice: “...el sociólogo no puede escamotear en la descripción de las diferentes culturas de grupo o de clase, las relaciones sociales que las asocian entre sí en la desigualdad de fuerzas y la jerarquía de posiciones, ya que los efectos de tales relaciones se hallan inscritos en la significación misma del objeto a ser descrito”.

Los intelectuales mexicanos más conocidos, por definición miembros de la élite, efectivamente detectaron ciertas características llamativas de nuestra gran masa de pobres: Fenómenos como el del “Pachuco” (Paz, O., 1979); “Destructividad del mexicano” (Morales, M.J., 2001); “El sentimiento de inferioridad del mexicano” (Ramos, S., 1938), “El mestizo mexicano” (Ramírez, S., 1977; Palacios, A., 1999), “Las fiestas maníacas” de los mexicanos (Portilla, J., 1966) ó “El machismo mexicano” (Bartra, R., 1987)

Claro que esos fenómenos existen, los vemos cotidianamente, pero confundir síntomas con carácter o estructura falsea, más o menos inconcientemente, cualquier investigación y se transforma en un refuerzo del mito. Además, lo esencial sintomático es que todas esas características han sido presentadas en todos los casos como características del mexicano, así, como ente englobante, negándose entonces la existencia de un tipo de mexicano: el descubridor del síntoma, quien no pertenece a esa cultura y no se identifica en ella y, más importante todavía, no se percibe como miembro de otra cultura dentro de la misma sociedad.

Estoy seguro que Octavio Paz, en conciencia, no se consideraba “Pachuco” y no creo que se aplicara a si mismo, en conciencia, el fascinante análisis que lo llevó a inferir que uno de los problemas más importantes del mexicano es ser un “Hijo de la Chingada”...¿ó si?.

Los síntomas descritos desde la élite pueden ser considerados Síntomas Restitutivos, esto es, “intentos de curación” de una clase social. El pachuquismo, el pandillerismo, el graffiti, las fiestas maníacas y aún ciertos tipos de delincuencia y destructividad de los pobres, son entre otras cosas, manifestaciones impulsivas de resistencia a la anomia, a la segregación y a la exclusión de la “Gran familia mexicana”.

Carentes de conciencia de clase y metidos en una “Cultura de la pobreza” (Lewis, O., 1959) –que no es lo mismo que la pobreza- que inhibe toda posibilidad de reflexión de los pobres sobre si mismos y sobre los otros, a lo que se agrega la estructuración perversa de la sociedad que preserva el status quo, se vuelve casi imposible la movilidad social y es desde la élite que debe retarse la perversión institucionalizada mediante la aplicación de mecanismos redistribuidores de la riqueza, entre los que el más efectivo pero a la vez más resistido, es el riguroso pago de impuestos.


Es también desde la élite que deben instalarse mecanismos que aseguren una igualitaria impartición de justicia y de mejoría en la calidad de las escuelas públicas a través de gasto social significativo en el presupuesto nacional. A manera de ejemplo, es sintomático que el gremio mexicano de escritores y editores resistiera con éxito el intento del Estado de hacerlos pagar impuestos sobre ganancias.

De esa forma el destino de nuestra sociedad será la reedición y perpetuación de las malquerencias, de la inseguridad básica que ha estado presente en toda la sociedad en toda nuestra historia y, entonces sí, en una plena identificación con nuestros ancestros indígenas, seremos conquistados, o colonizados ó destruídos ó despersonalizados por fuerzas que ahora, en la Globalización, no serán como nuestros ancestros españoles porque ahora ni siquiera hay rostros, solo Capitales.

Además del evidente síntoma que refleja la élite mexicana al negarse como miembros de una clase social privilegiada, la obsesión de sus estudios por encontrar la “patología” mexicana en el “allá y entonces” remoto de nuestra formación identitaria se constituye en una ideologización defensiva al eludir la conexión, evidente, entre aquel “allá y entonces” con el “aquí y ahora”.

Esa conexión, sin duda, tendría que advertir que la élite actual es, simbólica y realmente la continuación filogénica de aquella élite de hace casi 500 años y que por lo tanto es, simbólicamente, la más legítima heredera de Hernán Cortés y su tropa de conquistadores. La identificación conciente con esos ancestros es siempre negada. La identificación inconciente es evidente si aceptamos que es la élite la que determina la estructuración de la sociedad y que esta se ha mantenido desde entonces hasta ahora en lo que apropiadamente podríamos considerar “estructura judicial perversa” comprobable en la permisividad y aceptación de que es legítimo ejercer el poder, la coerción y en muchos casos la violencia del fuerte sobre el débil en todos los planos de la sociedad: político, social, laboral o familiar, de tal forma que admite sin aceptarlo abiertamente, la falta de respeto a los más elementales derechos humanos y correlativamente, se acompaña institucionalmente de procesos judiciales en que la impartición de justicia queda supeditada al poder económico y político, dando la posibilidad al fuerte de llevar a cabo todo tipo de transgresiones sobre su débil con pocas posibilidades de castigo.

Hace algunos años un conocido mío, glamoroso y muy tramposo, candidato a un puesto de “elección popular” me decía didácticamente y con absoluta seriedad: “Mira Donbeto, yo que he vivido en Europa te puedo decir que México es maravilloso y tiene muchísima más libertad que allá...claro... si tienes dinero”. Le fue muy mal, fue legalmente procesado y castigado en base a muchos de sus delitos...pero, esos fueron pretexto. En realidad, otro mexicano más poderoso que él dio la orden de que lo “chingaran”.

seguiré

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